No. - Contestó, sin pensar el no. Nunca lo
pensaba, lo daba, como el nunca, y el siempre, aunque en este último, la
diferencia, era que no siempre era lo que se le caía de la boca, a jarro. Lo
fácil de los “no” dichos, radicaba en que había no y noes; y
no, no quiero; pero tengo y no; dije que
no; uh!. No? La variedad, la suspicacia y
que no no y no, es no quiero.
En
el tono estaba la diferencia, o en la acotación o curiosidad que le sigue con
el pero, entonces el “no” es relativo, tan relativo como el nunca que se dice
de inconsciente, sobre todo a la hora de prometer como si pudiese adelantarse
en cuerpo a situaciones o sentimientos que todavía no están, y una pretendiendo
ser ya, de una sola vez, pero la vida se
rige por esa vara que simula flexibilidad siendo que es inamovible, contínua, permanente siempre, y no se piensa, es. Ni idea, a veces, tiene el otro del valor de un siempre, porque
desconoce el valor de sí, en esa expresión y sigue.
Serían
la una, tal vez, una y media. Feli llevaba unas toallas al lavadero y en la
galería escuchó:
- Señora! tiene pan?
-
No.
Esa
mañana estaba en que se había dispuesto a poner un poco de orden y no, no quería
escuchar y menos ver. Pero los chicos no se movieron. Parados detrás del
portón, era chica, detrás de las rejas blancas impecables, limitadas por
pinitos recortados, un contraste más ficticio que real; eran chico y chica.
Eran
dos, y no nene y nena, o sí, la edad, a veces, pone entre las personas lugares de distancia que hace que nos
equivoquemos con el otro. Suelen no ser
lo mismo quince años en la comunidad que quince en la play o quince en el
barrio y ocurre que lo único cierto, por más marcas o rasgos que nos hayan dejado cada
sitio, es que los quince son los quince, y si andan a veces agazapados, o
vencidos, igual son los quince, inflexiblemente, entonces cuando vamos
comunicándonos entre los mundos vemos que la variable que se sostiene es la del
tiempo idéntico, solo que el sol a veces hace estragos, tanto como los no, no
dichos. Por eso Feli primero se los sacaba de encima, sobre todo antes de
cualquier rendimiento.
Mónica
y su hermano al llegar a al portón de los pinitos hicieron el gesto de erguirse
por la remontada, y no por pertenecer a un grupo de paisanos salidos temprano,
bien temprano, de la comunidad para venir al pueblo-cuidad a rebuscarse porque
nunca jamás, desde que habían encontrado como posibilidad de ingresos sus
artesanías, hubo o habrá quien les reconozca el valor de las mismas, ni su
arte.
Habrá,
sí, que ir a la escuela, dijo el cacique, para defenderse hay que ir a la
escuela, porque quien más que uno mismo comprende la necesidad de lo que
realmente necesita. Y si sabe leer
Salvo
que se deje llevar por una hermana, y Mónica, mientras subía le dijo pará, solo
con el gesto, con detener su andar y sin decir enderezó el cuerpo en la vereda ordenándose
de la posición que exige subir.
Apoyó los canastos y sonrió, sin hacer sonar
las manos, escuchando a los perros vió como Feli se llamó a atender la
situación mientras decía claramente NO, pretendiendo seguir.
- Primera Parte.-
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